Estiu 1993 - Lo cotidiano de la muerte
- María López-Bleda
- 2 may 2020
- 4 Min. de lectura
FICHA TÉCNICA

Título: Estiu 1993
Año: 2017
País: España
Director: Carla Simón
Productora: Inicia Films / Avalon P.C
Guión: Carla Simón
Fotografía: Santiago Racaj
Música: Ernest Pipó
Duración: 97 min.
Género: Drama
Reparto: Laia Artigas, Bruna Cusí, David Verdaguer, María Paula Robles, Paula Blanco, Etna Campillo, Jordi Figueras, Dolores Fortis, Titón Frauca, Cristina Matas, Berta Pipó, Quimet Pla, Fermí Reixach, Isabel Rocatti, Montse Sanz, Tere Solà, Josep Torrent.
SINOPSIS
Frida (Laia Artigas), una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. Lejos de su entorno cercano, en pleno campo, la niña deberá adaptarse a su nueva vida. (FILMAFFINITY)
IMPRESIONES
Estiu 1993 es una oda a la contemplación de lo cotidiano. Es una película que resuelve el conflicto interno de una niña huérfana materializado en las conversaciones triviales y pueriles de unos personajes del mundo rural. Es un guión con apariencia de una artificialidad mínima, los diálogos y la interpretación de los actores consiguen una naturalidad característica que te envuelve en lo que está ocurriendo. En este caso, el conflicto de Frida, la protagonista, es afrontar la muerte de su madre. La muerte es un tema universal e infinito que ha sido tratado de las mil y un maneras, desde la literatura clásica con La divina comedia de Dante hasta el cine actual con este caso poco convencional, la muerte está en el subtexto que se deja entrever sin haberse mostrado de manera explícita ni visual ni oralmente. Así capta la realidad de forma delicada, se pierde esa sensación de ficción y se puede llegar a creer que se está viendo un documental. Además, también se retrata el contexto español del momento con mucha astucia, hablo de cómo se insinúa la llegada del nuevo VIH al país y cómo esto afecta a la población. Muy bien introducido por la escena en la que una madre alerta a su hija de no tocar a la protagonista que se acaba de hacer una herida. Es decir, conseguir que un guión con unos diálogos aparentemente pobres resulte tener detrás una cuestión tan mayúscula como la muerte o el afrontar una enfermedad es, para mí, lo que hace de esta película una obra distinguida.
Esta elegante sutileza es un mérito que se refuerza con otros ingredientes muy bien apostados por la directora. En primer lugar, los escenarios en los que ocurre la acción, propios de la costumbre rural española de los años 90: la casa del campo cerca del bosque, el río en el que se baña la familia de Ana, las fiestas del pueblo donde todos bailan la verbena, las comidas de domingo al sol con los abuelos, la piscina pública… El espectador se ve envuelto en el entorno de la misma manera que la protagonista, quien se enfrenta a una nueva vida lejos de la ciudad. Estos escenarios, sumados a la clara preferencia de la directora por la iluminación natural en la mayoría de las secuencias y a la grabación de todo el filme con cámara en mano con secuencias muy largas, dan una sensación de franqueza clave para entender el conflicto de Frida, vinculándonos de manera muy cercana gracias a que consigue que el espectador sea una “mosca en la pared”. La mosca que lo ve todo al detalle y no interfiere en las acciones de los protagonistas. Por esto también juegan un papel clave los silencios, las escenas no necesitan hablar para decírtelo todo con las miradas.
Sin duda, me parece obligación mencionar el centro del filme, la manera en la que queda resuelto el conflicto de Frida: el llanto final. Desde el comienzo de la película, vemos a una protagonista fría -como bien dice su nombre- con la que no congeniamos. Se ve a una niña mimada y maleducada que no hace más que molestar a quienes intentan ayudarle. Esto se hace muy obvio con la figura de Marga, la tía de la protagonista (y su “nueva madre”), que se desvive por asistir a Frida aunque esta no se lo haga fácil comportándose como una consentida. Parece que lo que se pretende con esto es que el espectador esté pendiente de lo que hace Frida para ver si así arranca un nuevo conflicto, una acción que te lleve a un final inesperado, pero no es así. La intención de esto es representar lo que está ocurriendo en realidad con el combate interno de la protagonista: su desafío al afrontar muerte, la muerte de su madre que no comprende y eso le enfada. Reto que se culmina al fin con el llanto de Frida, quien se ha dado cuenta de lo que ha perdido y no va a poder recuperar: su familia. Este descubrimiento va engendrándose y se plasma muy bien a lo largo de la película con la relación que Frida tiene con su prima Ana, a quien trata mal por una evidente envidia.
Verano 1993 es una película que se distingue por el gusto con el que la directora Carla Simón te sume en la vida de Frida enfrentada a la muerte de su madre. Un estilo sutil, bello y particular que no necesita ningún tipo de suntuosidad para funcionar como un ensayo sobre lo cotidiano de la muerte.
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